Cardoso de la Sierra. 28 de abril de 2012. Carlos Martín Mamblona nació en El Cardoso. Tenía sólo unos meses cuando sus padres emigraron a Alcalá de Henares. No volvió con asiduidad en sus primeros años de vida, pero sí fue uno de los estudiantes adolescentes que pasó los largos veranos de los 70 en el pueblo. “Vacas, ovejas, leña, pequeños huertos cuando el frío lo permite y agricultura de subsistencia eran las formas de vida entonces, que básicamente son las mismas que ahora”, explica. Nuestro emprendedor lleva la Sierra del Rincón, la cadena montañosa circunda el caserío y que define perfectamente lo que es el paraje, en su ADN.
Y es que en aquella esquina, con un ángulo en Madrid y el otro Guadalajara, acaba la red vial que proviene de la capital, en lo que a todas luces es la gran falta que tiene la comarca: la comunicación. “El atractivo de nuestro turismo rural sería mucho mayor si los dos hayedos, el de Tejera Negra y el de Montejo, estuvieran bien conectados por carretera. Propondríamos entonces un viaje de ida y vuelta al madrileño con salida por la A1 y retorno por la A2, o viceversa, con posibilidad de pernoctación y con publicidad compartida en ambos lados de la frontera provincial”, opina Carlos.
El cardosano vive en su pueblo desde los 24 años. Primero abrió un taller de cerámica que no le dio los réditos esperados. Después trabajó como conductor de ruta con un camión de gran tonelaje y luego con una grúa. En junio pasado abrió de nuevo un negocio en propiedad, un coqueto bar-restaurante al que su mujer, Ana María Rodríguez y él mismo han bautizado como taberna El Tino, como la calle en la que se ubica por ser la que conducía al acopio del ganado. El local tiene dos plantas. En la baja tiene un bar con una de esas maravillosas estufas de leña que le hacen a uno sentir un calor que va más allá de lo físico nada más entrar. En el piso superior están las diez mesas del comedor. “Somos optimistas”, resumen después de los primeros meses de experiencia. La pareja apuesta por la cocina de la comarca. Sus especialidades son los judiones del terreno, magníficos y de fama creciente, y las carnes serranas a la plancha.
En el Cardoso nunca había habido un restaurante. Ana María y Carlos han invertido 65.000 euros en darle comienzo a su negocio, para lo que han contado con una ayuda de ADEL Sierra Norte. El público de El Tino es mayoritariamente capitalino. Llega atraído por el glamuroso Hayedo de Montejo. Igualmente, por la misma puerta del restaurante pasa una ruta senderista que baja del Puerto del Cardoso con dirección al bosque, proveniente de Segovia. El senderismo y la media montaña son otros de los grandes atractivos de la comarca que además ofrecen posibilidades de negocio.
A Carlos le fascinan los riscos y picos, frecuentemente blancos, que puede ver nada más abrir la puerta de su casa o desde cualquiera de las ventanas de su local. Para explicar bien lo bonito que es el pueblo, él mismo fabricó un relieve en poliespán que representa a escala el término municipal, con sus crestas y valles. “Lo más bonito de El Cardoso es el arroyo de El Ermito”, dice señalándolo sobre el mapa que hizo con sus manos. Los abuelos del lugar afirman que el río Jarama nace en Guadalajara. “El agua mana en una charca que tiene casi toda su superficie en nuestra provincia”, confirma. Justo encima está el techo alcarreño, el Pico del Lobo, con sus 2.278 metros de altitud. “Y aún hay otros dos en el término municipal que son más altos que el Ocejón”, informa orgulloso.
En El Cardoso se jugaba a la Calva. Carlos jugaba con su pandilla. “Había que acertarle a una pieza de madera con un cilindro de hierro o de piedra. A mí se me daba bien”, recuerda. Con estos mismos amigos recorría las fiestas de los pueblos en los veranos. “Aquí las tenemos coordinadas de tal manera que cada fin de semana hay una”, prosigue. Los baños estivales le correspondían a las pozas del río recién nacido.
Ahora mismo El Cardoso cuenta con 69 empadronados, siete de ellos niños y adolescentes en edad escolar que van y vienen cada día al colegio en la Comunidad de Madrid. Los fines de semana el coqueto Centro Social del pueblo se convierte en el punto de reunión de la comarca. Alberga conciertos punk y rock a los que acuden aficionados de todos los puntos de la Sierra del Rincón.
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Javier Bravo
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